"La bicicleta roja" por Karina Santiago
Durante la siesta mientras los mayores dormían, escribíamos una carta pidiendo los regalos que esperábamos recibir al día siguiente y antes de acostarnos, llenábamos un balde de agua para que pudieran beber los cansados viajeros.
Recuerdo un año en que había pedido una bicicleta. Esa noche no pude dormir pensando en cómo harían los reyes para entrarla por la única ventana que quedaba abierta. Al pasar las horas el sueño me fue venciendo hasta quedarme dormida.
A la mañana siguiente me desperté sobresaltada observando a mi alrededor que mis hermanas ya no estaban en la habitación.
- ¡Celeste, Jazmín! ¿Dónde están?
Al ver que no me respondían corrí hacia el patio y las vi con sus juguetes nuevos. Busqué con la mirada encontrar el mío, pero sólo pude ver el balde vacío y algunos restos de hierba desparramada sobre el suelo.
En ese momento se acercó mi padre y me señaló hacia el cuarto del fondo donde él solía guardar sus herramientas. Con intriga me acerqué hacia allí y con una inmensa alegría vi que asomaba la rueda de mi bicicleta roja, apoyada en la puerta de atrás…
Por Karina Santiago, integrante del taller literario de Analía Bustamante