"La muerte de La Muerte" por Belén Giamberardini
—¿Qué la trae por aquí?
—Tengo miedo. Se trata de un miedo que me ha perseguido por los últimos ciento cincuenta años.
—¿De qué tiene miedo?
—De morir.
—Usted es La Muerte, señora. ¿Cómo podría tener miedo de morir?
—Sé que es ridículo, pero… ¿y si muero?
—¿Cómo podría hacerlo?
—No lo sé. Accidentalmente, tal vez…
—¿Accidentalmente?
—Accidentalmente. No sé… podría suceder que reclame mi propia vida…
—Tendría que ser muy estúpida para hacerlo.
—Lo sé.
—¿Cree que usted pueda ser capaz de morir, señora?
—No estoy segura. Me lo he preguntado durante el último siglo, pero hasta ahora nunca he provocado mi propia muerte.
—¿Ha considerado que tal vez su vida es eterna?
—Sí. Pero…
—¿Qué cree que podría pasar si usted muere?
—No sé… Que no me guste estar muerta…
—¿Cómo podría a La Muerte no gustarle estar muerta?
—Es que no estoy muerta.
—¿Cómo lo sabe?
—Porque estoy aquí, hablando con usted.
—¿Eso hace que usted tenga vida?
—Si no tuviera vida, no estaría aquí hablando con usted.
—Los fantasmas no tienen vida y sin embargo hablan con la gente.
—Pero yo no soy un fantasma.
—¿Y si le dijera que yo sí lo soy?
—No le creería.
—¿Por qué?
—Porque los fantasmas están muertos y usted está vivo.
—Si yo estuviera vivo usted no estaría aquí.
—¿Por qué no?
—Porque La Muerte solo habla con los muertos.
—Excepto cuando le avisa a un vivo que va a morir.
—¿Usted vino a avisarme que voy a morir?
—No.
—Entonces, ¿a qué vino?
—A decirle que tengo miedo de morir.
—No debe temer.
—¿Por qué?
—Porque le aseguro que si muere, usted no sufrirá.
—¿Cómo lo sabe?
—Digamos que es una promoción especial. Cuando La Muerte se jubila y debe dejarle el cargo a otra Muerte, el reglamento asegura que La Muerte cesante no sufrirá.
—¿Entonces usted es mi reemplazo?
—¿Por qué cree que la mandaron aquí?
—Porque le temo a la muerte y necesito ayuda para superarlo.
—Pues la ayuda ha llegado. Tome mi mano y deje que la conduzca.
La dama de negro estira su mano y toca la del doctor.
—Eso es. Pero antes entrégueme su capa y su guadaña.
La dama le entrega los elementos.
—Bien hecho. Ha sido usted una buena Muerte. A partir de ahora yo me ocuparé.
Muy bien, querido lector. Ahora somos solo usted y yo. Deje que me presente, mi nombre es Doctor Muerte y, como puede imaginar, estoy aquí para llevarlo.
Belén Giamberardini es integrante del Taller literario de Marianela.