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Base de Morón
Deportes
9 Ago 2020

Cuando la pista se transformó en un circuito de Turismo Carretera

El rugido de los motores no provenía de las máquinas voladoras, pero la velocidad estuvo presente sobre las cuatro ruedas que arañaron el asfalto. Conocé la historia de cómo la pista de Morón fue un circuito de carreras.
El rugir de los motores retumbó en los hangares de la ex VII Brigada Aérea. Algunos aviones y helicópteros en plataforma miraban sorprendidos como otros bólidos, más bajos pero también potentes, se ordenaban sobre la pista  de aterrizaje con el único objetivo de acelerar todo lo posible y moverse velozmente sobre los paños de asfalto. A fines de la década del 80 y en los primeros años de los noventa, el Turismo Carretera corrió en aeródromos de la Fuerza Aérea Argentina, del Ejército y de la Armada Argentina. Entre un puñado de destinos, Morón destacó por su tamaño y la cantidad de público en todos los sectores.

Torinos, Falcon, Chevys y Dodge se midieron en el mismo lugar en donde años atrás Gloster Meteors o Bell 212 tomaban velocidad para elevarse al cielo de Castelar. La Revista Crono, publicación dedicada al mundo del automovilismo, realizó un informe especial con todas las carreras que se disputaron sobre pistas de aterrizaje. Desde Tandil hasta Punta Indio, pasando por Campo de Mayo y Punta Alta. A continuación un extracto con la historia de cómo la pista de Morón poco tiempo después de dejar de ser la VII Brigada se transformó en un circuito de Turismo Carretera.

Además de Grandes Premios, por caminos y rutas, y carreras en autódromos de todo el país, la categoría más popular de Argentina organizó competencias en bases aéreas. Morón, Punta Alta, Punta Indio y Campo de Mayo fueron escenarios de estas particulares y emocionantes pruebas.

En su génesis, allá por 1937, el Turismo Carretera comenzó a recorrer el país, por caminos y rutas que unían pueblos y ciudades, a toda velocidad. Después, a medida que se fueron construyendo autódromos, la categoría más longeva del mundo organizó competencias en circuitos, los mismos que después servían para las clasificaciones de las Vueltas. Pero a fines de la década del 80’, el TC incursionó en escenarios que eran tan insólitos como atrapantes: las Bases Aéreas de la Fuerza Aérea Argentina.

La primera visita de la divisional a una Base Aérea fue en noviembre de 1967, cuando se realizó una prueba eliminatoria para la 15° Vuelta de Tandil, en la que tenían que largar 45 máquinas como máximo. Eduardo Copello se impuso con el Torino, y Carmelo Galbato presentaba el Falcon Angostado, entre otras novedades. Sin embargo fue, 22 años después, cuando se corrió por primera vez en una pista de aterrizaje…

En septiembre de 1987, Juan Carlos Rousselot fue elegido como intendente de Morón, por amplio margen. Dos años después de su asunción, entre algunas acciones de gobierno que llevó a cabo, y antes de ser destituido por el Concejo Deliberante por malversación de fondos públicos, firmó un acuerdo con la ACTC, presidida por Juan Carlos Deambrosi (oriundo del distrito), para disputar una competencia. El viernes 17 de noviembre de 1989, el TC arribó a la Base Aérea de Morón para su 13° fecha del campeonato.

Despegaron en el oeste

Cuando la máxima categoría llegó al aeropuerto del oeste bonaerense, los equipos se fueron acomodando cerca de los hangares pero no había ni boxes, ni carpas; los mecánicos tenían que trabajar al lado de los camiones o micros, a la intemperie. La incertidumbre era cómo funcionarían las máquinas en una pista con una cinta asfáltica muy diferente a la de los autódromos.
El trazado tenía 6.000 metros y la particularidad más impresionante era el ancho, de 40 metros en toda su extensión, por lo que los pilotos podían efectuar distintos radios de giro, maniobras y opciones para tratar de superar rivales. Contaba con tres chicanas demarcadas con gomas; una enfrente a la torre de control, otra en la zona de la enfermería, y la tercera en donde se emplazaron las tribunas para 20.000 personas.

Uno de los primeros problemas con los se encontraron los pilotos, cuando comenzaron a transitar, era la suciedad, motivo por el cual varios coches se despistaron y dañaron distintos elementos. Otro inconveniente, más grave, era la brea que se levantaba (el termómetro acusaba casi 40 grados), la cual se adhería a los neumáticos -en el mejor de los casos- y deformaba las circunferencias de las cubiertas, haciendo imposible una puesta a punto ideal. Pero la sustancia también se pegaba en las correas, provocando roturas en los motores (Oscar Angeletti y su Ford Fairlane fueron las primeras víctimas esa primera jornada).

El entrenamiento quedó en manos de Oscar Aventin, vecino de la nueva sede del TC; tan solo diez cuadras la separaban de su hogar. El “Puma” también se quedó con el tiempo más rápido de la clasificación (2m17s750), seguido por Roberto Mouras y Angeletti. Estos mismos fueron los ganadores de las series.

El domingo, más de 50.000 espectadores colmaron las instalaciones de la Base y disfrutaron de un carrerón. En la largada, Emilio Satriano saltó del décimo al primer puesto, seguido por Mariano Calamante, Aventin, Juan Antonio De Benedictis y Vicente Pernía. Pero “Johnny” contaba con un Falcon veloz y equilibrado y, en el frenaje de la chicana 1, el de Necochea se hizo del liderazgo. El “Obispo” no se rindió, y en el mismo sector y con la misma maniobra, quiso recuperar la punta, los autos se tocaron y la ganancia fue de Aventin, quien pasó al frente y se encaminó -con su esposa Lidia en la butaca derecha- a la victoria. Mouras y Oscar Castellano completaron el podio.

Con Rousselot destituido, Morón no volvió a ser escenario en los años sucesivos, y parecía que el TC no volvería a repetir la experiencia. Pero la temporada 1992 presentaba a Morón otra vez en el calendario, el 25 de octubre. Rousselot era nuevamente intendente y Oscar Aventin llevaba al mandatario de acompañante.

Mouras se quedó con la pole position y ganó la primera serie, mientras que Morresi venció en la segunda y Juan Manuel Landa se llevó la tercera. En la partida, el Chevrolet de Morresi movió unos metros y se le rompió el embrague, por lo que quedó detenido y Roberto Caparello no pudo esquivarlo, por lo que ambos coches quedaron destruidos y provocaron una bandera roja.
En la segunda largada, el campeón Aventin aceleró mejor que Landa, pero el de Mar del Plata dobló primero en el curvón con el Dodge amarillo y rojo. A partir de ahí, hizo una buena diferencia sobre el resto y alcanzó la victoria, quedándose también con la punta del torneo. Mouras y Aventin, quienes lo acompañaron en el podio, también lo escoltaban en el certamen.

En el 93’, Morón fue la plaza para la 12° fecha. El 10 de octubre, Aventin otra vez logró el 1 en clasificación y en la batería pugnó por el triunfo con Urreta, pero al tocar un neumático en una chicana, fue sancionado y el de Chacabuco se llevó el primer chico. Hernández y Satriano se adjudicaron las otras baterías, y fue el de Nicanor Otamendi el ganador de la competencia, al abandonar Urreta y Satriano cuando lideraban. Aventin y José María Romero llegaron como escoltas.


La nota completa se puede leer en la Revista Crono, Automovilismo sin Vueltas, en su edición del 20 de julio y se puede seguir a la publicación en sus redes sociales para conocer a fondo el mundo de las carreras y el deporte para fierreros.

Varios años después del paso del Turismo Carretera por la pista de Morón se dio otra extraña carrera que incluyó un auto de altas performances. En mayo del 2009 un coche de Top Race compitió contra un IA-63 Pampa de la Fuerza Aérea Argentina. Fueron varias pasadas, de lado a lado de la pista, en la que resultó vencedor el avión militar.


 

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