El Castillo Ayerza: historia y legado del edificio más emblemático de Castelar Norte
En un tiempo en que Castelar Norte era apenas un campo abierto con algunos árboles y el arroyo Morón marcando el paisaje, una construcción destacaba entre la llanura. Era un edificio de tres pisos, con torres, columnas y techos a dos aguas, inspirado en los castillos franceses del siglo XVIII. Ese edificio, visible desde la lejanía, aún se mantiene en pie: es el actual Castillo Ayerza, parte del Instituto Inmaculada.
El castillo fue construido hacia 1892 por el francés Luis Monsegur Saint Gilly, quien lo diseñó como residencia de recreo. Unos años más tarde, en 1896, fue adquirido por el ingeniero Rómulo Ayerza, figura destacada en la ingeniería ferroviaria argentina. Formado en París, Turín y Madrid, Ayerza dirigió el Ferrocarril Oeste y fue Inspector General de Ferrocarriles de la Nación, además de desarrollar una amplia labor como arquitecto de iglesias y colegios en todo el país.
Junto a su esposa, María Jacobé Pereyra, y sus once hijos, Rómulo Ayerza transformó la propiedad en una casa de veraneo. El edificio principal y sus terrenos conformaron la Quinta San José, una extensa finca que abarcaba buena parte de lo que hoy es Castelar Norte, entre el ferrocarril y el arroyo. La residencia incluía jardines, una fuente con la imagen de San José, una pérgola para celebraciones religiosas y sectores de cultivo.
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De estilo ecléctico francés, el castillo combina elementos del clasicismo Luis XIII con detalles art nouveau y una torre neogótica que aún se distingue desde la calle Pedro Goyena. Sus fachadas simétricas, columnas jónicas y corintias, y su techo de pizarra lo convierten en una de las piezas arquitectónicas más singulares del Oeste. En 2009 fue declarado Bien Patrimonial de Interés Municipal, reconocimiento que destaca su valor histórico, cultural y urbanístico.
Tras la muerte de Rómulo Ayerza en 1948, la quinta comenzó a subdividirse. En la década de 1950 se loteó gran parte del terreno, dando origen al Barrio Parque Ayerza, mientras que el edificio principal fue vendido en 1959 a los padres Oblatos de María Virgen. En ese espacio se fundó el Colegio Inmaculada de Castelar, que desde entonces forma parte de la vida educativa y social del barrio.
Hoy, al recorrer Pedro Goyena y Zapiola, el castillo mantiene su porte original. Entre el pasado rural y la ciudad que creció a su alrededor, su silueta sigue recordando los orígenes de Castelar y la historia de quienes imaginaron, hace más de un siglo, un rincón de Francia en la llanura del Oeste.
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