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Sociedad
23 Ago 2010

Juancho Pisano nos cuenta su historia

Su padre inició la empresa como una casa de ramos generales y él alcanzó una gran popularidad en el mercado de las pinturerías, siendo hoy la más importante cadena de la zona Oeste. Nos entrevistamos con Juancho Pisano, quien hoy a sus 74 años está ya retirado de la firma que orgullosamente lleva su apellido. Nos invita a su casa para contarnos sobre la historia de la conocida familia de Castelar.
¿Vivió toda su vida en Castelar? ¿Cómo recuerda su infancia aquí?
-No, yo nací en Capital Federal, pero mis padres ya tenían corralón en Castelar. Nos mudamos en el año 45. Esta era una zona de grandes quintas, y ese auge se debió indirectamente a la fiebre amarilla. Aquellos que tenían plata se aislaban y se hacían sus casas en estas tierras. Eran ganaderos como Ayerza, Brea, Seré, etc. En los años 30, todavía con los resabios de la crisis del 29, en Capital no se podía trabajar. Por eso vinieron para acá. Pasaron 3 años, mi padre estuvo con mi tío trabajando, hasta que mi tío se cansó y se volvió a Capital. Dividieron la propiedad y el fondo de comercio, y mi padre se quedó aquí. El galpón estaba en Mitre 2370. En el fondo estaba la caballeriza. Hoy  hay un frente con 2 locales y luego el galpón que se usa como estacionamiento del Salón Victoria y otros.

Nosotros vivíamos del lado norte en una casa que aún se conserva sobre la Av. Sarmiento. El lugar luego fue loteado, toda la parte donde había una quinta de verduras. La municipalidad pidió la calle Rauch (ahora Crisólogo Larralde), porque hasta entonces era una fracción completa hasta Machado. “Mi papá decía ‘¿Pero no me van a pagar nada?’ No, ese es el derecho que te cobra la municipalidad para poder lotear. Sino no se puede”.

Se levanta del sillón para buscar algo y vuelve con un documento histórico de la familia, apropiadamente enmarcado. Se trata de una hoja donde consta el acta del remate de la propiedad que adquirieron. Juancho, que tenia 7 años en ese momento, recuerda con exactitud el día en que fueron con su padre a la subasta. Compró el terreno de Sarmiento y Lobos, en donde se hacían unas memorables fiestas, como nos contaba en otra nota Marisa Alonso. Una casa sin cerco. Y allí fue donde vivimos toda la familia, 11 hermanos éramos. Y acá dice 6 de septiembre, en lugar de Morón, porque en esa época se había cambiado el nombre producto de la revolución del 30. Era un terreno grande y se vendió por la base, porque ese día hubo un diluvio tal que nadie fue. Estaban los rematadores y mi papá. Lobos era de barro y el remate se hizo sobre esa calle, y me acuerdo que mi papá dejó el auto sobre Sarmiento, que antes se llamaba Santamarina. Que es algo que descubrí el otro día leyendo este papel, no me acordaba que había cambiado el nombre”.

¿Cómo fueron los memorables bailes en esa casa?
-Eso fue muy interesante, se llamó Movimiento Amistad y lo fundamos en el 58 o 59. Vinimos a Inmaculada, que recién empezaba, y fuimos a hablar con los Padres Ward y Otelo para solicitarles un lugar como sede del Movimiento. Nos facilitaron una pieza del sótano y ahí empezamos a trabajar. Los vecinos se quejaban porque decían que había mucho ruido de noche, pero estábamos pintando, arreglando y refaccionando el lugar. Se quejaron con el Obispo y éste le dijo al cura que no podíamos seguir. Pero ya estábamos organizados. Habíamos creado una sociedad campamentera, con la que llegamos a organizar viajes inolvidables. Nosotros estábamos casados con mi mujer, pero no teníamos hijos. Fuimos a Córdoba con grupos de 150 chicas. Hacíamos bailes para recaudar fondos y para divertirnos. Muchas parejas se formaron en esos bailes. Los hacíamos ahí porque era la casa más grande que teníamos. Fueron momentos muy lindos que siempre recuerdo con cariño.

¿A qué colegio fue?
-En la época que llegamos estuve de pupilo en el Don Bosco de Ramos Mejía. Llegamos acá en vacaciones de verano y recuerdo que íbamos a pasear por todos lados. Yo andaba en bicicleta todo el tiempo, iba a hacer los mandados. Iba hasta el Río Reconquista, que antes se llamaba Río de Las Conchas, a pescar. En la ferretería vendíamos anzuelos, era una casa de ramos generales cuando empezó. Después se fue especializando porque fueron apareciendo casas de electricidad, de bazar, limpieza. Entonces de corralón paso a ferretería-pinturería. Y eventualmente solo pinturería cuando yo me abro de mi padre.

¿Abrieron en el año 69?
-Si, fue el año que decido separarme de mi papá y de la ferretería, asi es que le compré todo lo que era pintura. Fue un proyecto que armamos con mi esposa y arrancamos en un lugar aparte del que estábamos, un local que me alquiló mi padre. Vendimos la casa y la camioneta que teníamos, para pagarle la parte de la pintura. Ella y yo aun somos los socios. Tuvimos mucho éxito en Castelar, y hasta venían de Morón y de Ituzaingó a comprarnos. Yo vi que había que abrir una casa especializada en pintura. A mí me gustaba vender pintura. Pero mi papá me decía que la pintura no daba margen, porque se vendía muy barata. Pero se vendía mucho más que las cosas de ferretería. Yo le decía “Con la ferretería vos sos un hombre pobre, que va a morir rico”. Se tiene un capital enorme y se vende de a muy poquito. Pero él no entendía bien el negocio de vender lo que no era suyo. Yo compraba la pintura a  90 días, y la cobraba cash. Entonces cuando terminaba de vender, hacia otro pedido y pagaba lo anterior. Trabajaba sin stock prácticamente. Las fábricas competían entre si para poner su marca, entonces te facilitaban ofreciéndote mas tiempo de pago.
Ahora estamos cumpliendo 41 años. Yo ya estoy jubilado y son mis hijos los que están en el negocio. Rita, Trinidad y Francisco, que desde el 2000 es el presidente.

¿Cómo los afectaron las diferentes crisis de nuestro país?
-La última me afectó terriblemente. Yo me había dedicado a la política, y en el año 2001 estaba terminando mi mandato en el Consejo Deliberante. También estaba en la UGC y pensaba en terminar y descansar un tiempo. ¿Qué iba a descansar? Me llamaron por teléfono y me dijeron “Debemos mas de lo que tenemos”. En esos momento lo que debías en pesos pasabas a deberlo en dólares. En ese momento estuvimos muy mal. Ni siquiera podíamos hipotecar alguno de los 11 locales porque los bancos solo hipotecaban casas. Pero nos salvamos gracias a la fábrica con la que teníamos el 80% de la deuda. Los fuimos a visitar para hacer un arreglo y nos dijeron: “Solo faltaban ustedes, ya vinieron todos los pintureros del país”. Nos dio una prorroga de 6 meses y empezamos a vender todo el stock que teníamos y quedarnos en cero. Pasaron los meses, se venía la temporada y no teníamos pintura. Y hacia fines de agosto de 2002 Alba nos mando camiones de productos y ahí empezamos a levantar cabeza. Por eso ahora tenemos más obligación con Alba, en lugar de porcentaje.

La inflación y la hiperinflación nos favorecían a los comerciantes, porque comprábamos a 10 y después vendíamos a 40. Los comerciantes que se adelantan sacan provecho. Es una situación en la que algunos ganan y otros pierden. Mi viejo vendió la casa de Sarmiento en 22 millones de pesos de esa época. A los 6 meses se quedó sin plata. Lo agarró el Rodrigazo. El tipo no le pagó. Apareció después a pagarle, cuando ya la plata que habían arreglado no valía nada. Yo con eso aprendí que no hay que dejar nada para mañana. Creyó que tenía un gran capital y no tenía nada. Y a nosotros nos pasó lo mismo en el 2002, creíamos que teníamos un gran capital y no teníamos nada.

Juancho Pisano tuvo una importante participación en política desde los 90, pero sus inicios en estos terrenos datan desde su juventud, cuando se afilió a la Democracia Cristiana en el 57. Siguió en este partido y estuvo a la cabeza como presidente cuando irrumpieron los jóvenes del Frente Grande, con Sabbatella y todos esos chicos militantes. Entonces armaron un Frente que incluía la DC, el Socialismo, el Partido Intransigente,  P.A.I.S y Frente Grande. Llegaron a presentarse en el 95 para la Intendencia. El candidato elegido para representarlos fue Pisano, por su edad y experiencia. En las elecciones estuvieron a 5 puntos de Rousselot y Juancho quedo como primer concejal del Consejo Deliberante. Con su ambición política ya satisfecha, en el 99 buscaban la segunda generación de militantes que los sucediera. Pero no estaban, eran los desaparecidos durante la última dictadura. Es por ello que tuvieron que saltarse una generación y recurrieron a los más jóvenes. Martín Sabbatella fue el elegido y ganó por 15%. “El muchacho que Martin dejo ahora, que es Lucas Ghi yo lo conozco de cuando empezó. Muy buena persona, muy capaz. Por eso estamos tranquilos de quien esta como Intendente”

¿Qué consejos le daría a jóvenes emprendedores?
-Bueno yo soy un hombre de fe, pido mucho a Dios, no en los negocios sino en la salud y en la familia. Eso lo aprendí de mis padres. Nosotros éramos 11 hermanos, pero cuando tuvo la primera hija mi mamá en el año 27, después del parto le agarró una enfermedad que era prácticamente mortal y los médicos le dijeron que no podía quedar embarazada. Cuando quedó embarazada, fueron al médico y le dijeron que tenía que abortar porque corría peligro su vida. Y mi papá que era un hombre de fe de bretón, dijo que iban a confiar en Dios y mi mamá no tomó la medicación para abortar. Y después de ese tuvieron 10 más. Así que hay que tener fe, persistencia, formar una buena base, que es un hogar a donde uno pueda volver después de trabajar y que lo apoyen, contengan y colaboren con los proyectos. Y además de eso hay que estar siempre muy atento a las oportunidades, si estás dormido no vas a agarrar ninguna. Cuando compramos nuestro primer local, lo hicimos sobre Vergara, cuando todavía era angosta.  Por un conocido yo sabía que la iban a ampliar así que compre ahí. Por distintos problemas la calle estuvo cortada durante más de 1 año y medio y se fundieron todos los negocios que estaban sobre Vergara. Yo por suerte tenía mi otro local y seguía funcionando pero ahí estaba todo parado, no pasaba nadie. Hasta que inauguraron y fue un boom. Y ahí fue donde me mudé con mi esposa. Era una casa con localcito. Esas son las oportunidades que no hay que dejar pasar.

¿Cuáles son los proyectos a futuro?
-¿Los míos? Vivir por lo menos unos 4 o 5 años más (risas) Me tengo que cuidar.
Los que están proyectando ahora son los chicos, Francisco sobre todo que va a la cabeza. Abrió 4 sucursales nuevas, le cambió la imagen a todos los locales e invirtió muchísimo en publicidad, que parece un gasto inútil al principio, pero no lo es. Lo mío ahora es más acompañar a los chicos en ese devenir, que participar activamente.
Lo que hicimos juntos fue armar una sociedad general que lleva por nombre 5 Pi. Compramos casas, vendemos y hemos construido un barrio Los Olivos de 21 casas en Ituzaingó. En Las Heras, Soler, Malabia y Darragueira. Ya no quedan casas, sino les ofrecía alguna (risas).

Muchísimas gracias a la familia Pisano por recibirnos y aportar un poco más a la historia de Castelar.

Entrevista: Gabriel Colonna
Redacción: Agencia SIEN

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