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Sociedad
22 Dic 2011

Javier Drolas: "El lujo del actor es elegir"

El protagonista del film "Medianeras" cuenta cómo vivió en Castelar toda su infancia, y cómo descubrió su pasión por el arte, casi de casualidad, en las calles de su barrio.
La Ciudad de Buenos Aires es un laberinto de cemento. Calles y edificios, gente y transportes. En ese escenario se desarrolla “Medianeras”, la película dirigida por Gustavo Tarreto, protagonizada por un vecino de Castelar que desde chico se dedicó al teatro, la actuación y el arte.

Javier Drolas vive de la actuación, trabajó en las películas “El Mural”, “La Ronda”, y otras participaciones en cortos y en televisión. Su último trabajo lo llevó a compartir la pantalla grande con conocidos actores como Carla Peterson, Rafael Ferro y hasta con el periodista Jorge Lanata. Acompañado por Pilar López de Ayala, interpreta a Martín, un joven fóbico que vive encerrado en su departamento hasta que conoce a su desordenada vecina Mariana. La película es la ampliación de un corto con el mismo nombre en donde Javier también había ocupado el rol protagónico: “La verdad, si pienso en el protagónico me da nervios, pero lo naturalicé porque ya había hecho el corto y me relajé, corría con cierta ventaja. En un largo hay mucha gente, mucho tiempo y se va haciendo un día a día interesante”, explicó el actor ante las consultas de Castelar Digital.

El rodaje del film se realizó a lo largo de cinco semanas, pero Javier filmó sólo en tres. Reconoce que su relación con el director fue excelente y confió que no había ensayo, se planteaba la idea de la escena y luego se  filmaba sin prueba previa. Una de las claves, según el actor, es que cuenta con algunas de las características del personaje: “si bien me identifico con sus problemas, mi vida es diferente a la del personaje, soy tímido pero en realidad veo gente, conozco gente. Comparto algunas etapas, en algún momento tuve alguna situación de pánico, sobre todo después de una separación y empiezan a aparecer esos temas panicosos”.



Sobre el análisis de la película, el protagonista afirma que el mejor momento es el final: “Mi parte favorita de la película es la última parte cuando levanta, porque tiene cierta cualidad cinematográfica pura. La peli cierra y levanta y recontra convoca, te pone la piel de gallina o te emociona. La música y todo combina muy bien”.

La relación con el teatro y el escenario surgió durante su infancia y adolescencia y casi de manera accidental: “me anote en un curso y me anote sin pensarlo en el Centro Cultural Ricardo Rojas, sin plantearme que me gustaba la actuación, me daba mucho nervio improvisar frente al público. Pero la gente se reía cuando actuaba, entonces vi algo ahí que me gustaba, no sabía que tenía alguna cualidad escénica”.

“En el secundario fui al Fernando Fader, un tren y un colectivo, porque no salí sorteado en el colegio de la zona al que quería ir y mi madre me consiguió un lugar en el colegio de Flores. Una situación media azarosa pero fue bien, con una orientación técnica artística. En ese lugar te enterabas muchas cosas, recitales de rock, presentaciones artísticas, veías cosas extrañas que servían para conocer”, rememoró.

No obstante, aun cuando estudiaba teatro no siempre pudo enfrentar al público: “Dentro de la escuela pertenecía a la subcomisión de actuación en el centro de estudiantes, pero el día que tuvimos que actuar me hice el enfermo porque me daba vergüenza”, confesó como anécdota ante el micrófono de Castelar Digital.

También recuerda, dentro de sus experiencias teatrales, una anécdota que hasta hoy le hace reír y hasta le provoca un poco de vergüenza: “En la filmación de una película el director me comentó que en una de las escenas finales yo conocería a la actriz protagonista, y no nos quería cruzar para que en el momento de conocernos la reacción sea verdadera, real. Un día tomando un café en el set la veo a la actriz, y sabiendo lo que quería el director me di vuelta y me fui. Al final el director me dijo que era imposible que no la viera porque teníamos que grabar el mismo día, pero yo ya había quedado como un mal educado porque cuando vi a la actriz me fui y ni saludé. Después cuando nos conocimos formalmente le expliqué pero igual no sé si ella entendió y me creyó”, rememoró entre risas y continuó relatando otras experiencias artísticas: “Hice una obra de teatro que estuvo 10 años en cartel, 200 personas por función. No sé si definirlo como obra de teatro o centro de auto ayuda. Se realizaba todos los domingos y nuestra difusión era el boca a boca.
Actuábamos en lugares alternativos como el salón de fiesta de un restaurante peruano, o una ex iglesia evangélica o el patio de una casa. El espectáculo se titulaba ‘veladas temáticas’. Cada domingo era algo diferente, éramos como una especie de incontinencia creativa. Llegamos a hacer 26 o 27 números por noche, y la gente se quedaba toda la función. En el medio, vendíamos comida, cerveza, no tanto por un rédito económico sino por hospitalidad ya que la función iba desde las 5 de la tarde hasta la 1 de la mañana”, recordó y señaló a sus compañeros de aventuras sobre las tablas: los actores Agustín Repetto , Ximena Banus ,Martin Policastro, entre otros.



La vida del actor comenzó en Castelar, sus primeros años estudio en la escuela 7 Tomas Espora ubicada sobre la calle Arredondo en la zona norte de la ciudad y recién a los 22 años debió mudarse a Capital Federal y dejar el barrio. De su paso por la 7 recuerda que fue una escuela buena, “que sea estatal es bueno para la educación, estaban todos los estratos sociales reunidos, de todas las clases”. Con las actividades artísticas y sus estudios en bellas artes, desde la adolescencia tenía obligaciones en la Ciudad de Buenos Aires, por lo que decidió luego mudarse, “me quedaron pocos amigos, nunca tuve muchos, pero quedaron dos amigos importantes de Castelar que cada tanto los veía, y ahora se mudaron para el centro también. Me queda la familia en Castelar”.

Además de la escuela, Javier participó en actividades en los clubes de la zona: “Hice ping pong. Fui negado para el futbol. Como era algo social, cuando sos chico y no tenés un grupo, cuando jugás al futbol, medio que no te la pasan y quedás pintado. Ahora, de grande empecé a jugar al futbol y me encanta. De chico me automarginé”, recordó entre risas y siguió explicando, “en el Club Argentino hice ping pong desde los 12 a los 17, había un buen nivel. También iba colonia y natación, incluso probé con básquet pero no soy bueno y no insistí. En Rodríguez Peña y el pasaje Nuestra Señora del Rosario de Pompeya había una canchita de futbol “Presente”, hoy no existe más ni la canchita ni su propaganda. Ahí había competencia de futbol donde no me la pasaban, me deprimía y me iba. En la calle España había un taller artístico, Círculo Azul, Amelia Mercado era la maestra y estuvo muy bueno en mi vida. Fue una puerta para descubrir que tenía actitudes plásticas. Era muy dinámico, nos daba historia del arte, apreciación del arte visual, escultura y ahí me fui iniciando”.
Drolas recuerda cómo se inició el cambio edilicio en Castelar. El paisaje ha cambiado en los últimos años con el advenimientos de casi cien edificios de departamentos, pero la edificación en altura comenzó hace dos décadas: “Vivía en una casa en la calle Italia desde donde se veía la construcción de un edificio en la calle Arias y San Pedro, un horror, todavía no había casi edificios en Castelar entonces era muy raro ver como construían uno. Una galería con un edificio, un adefesio y fuera del área permitida que era hasta San Pedro. Me gusta el verde, aire limpio, es lo que más se extraña. La ciudad cambió un montón, hay muchos más autos y edificios. Antes entre la 1 y las 5 de la tarde no había nadie en la calle”.

El futuro del actor se presenta lleno de proyectos. Está pronto a lanzar una obra creada con su grupo propio de teatro y otra dirigida por Matías Feldman. Además, está abocado a la confección de un guión de cine, con el cual ya empezó a grabar “ahí soy coguionista y dirección de arte y voy a actuar”. Será una película “coral” de tres personajes que si bien se conocen desde la infancia en Buenos Aires se volverán a encontrar de grandes en Córdoba, “el encuentro les cambiará la vida para siempre”, comentó en tono irónico como si se tratara de un trailer de película Yankee.

“Lo que más me gusta hacer es teatro y cine, espero poder trabajar con directores que a mí me gustan, directores que a mí me intrigan, sin tener que elegir por lo monetario. Ese es el lujo del actor: poder elegir dónde trabajar”, finalizó Javier Drolas.

La película “Medianeras” comenzó a exhibirse en los cines de la ciudad de Buenos Aires y todo el país desde octubre, y para fin de año se la podrá conseguir en DVD, para apreciar el film y el trabajo de Javier, el protagonista, vecino de Castelar.

Entrevista:  Gabriel E. Colonna
Redacción: Leandro Fernandez Vivas
Más información sobre la película Medianeras en www.medianeras.com

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