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Rincón literario
Rincón Literario
22 Sep 2023

La Mancha, por Lorena Ravlic

Por: Taller Literarrio Camino a Ítaca, Biblioteca Popular 9 de Julio..
Esta es la historia de una mancha rebelde y de su desdichado propietario., contada por Lorena Ravlic. Donde lo banal se vuelve decisivo, y la importancia que atribuimos a las cosas, parece decirnos la autora, tiene el tamaño de nuestras particulares obsesiones.
Repasó la ropa de la maleta, prolijamente acomodada, un tetris de telas y colores sobrios, exclusivas prendas de diseño que lo acompañaban en sus pocos viajes, aquellos que podía coordinar con su amante.

La ansiedad le ganaba partida, y de premio consuelo, las manos sudorosas. Si algo quizá a veces lo relajaba, era tener todo bajo control, y las toallitas húmedas en su neceser lo ayudaban a sentirse más tranquilo.

Pero no todo estaba bajo control. Por ejemplo, su maleta. En el aeropuerto le prometieron que llegaría en el próximo vuelo, que se quedara tranquilo, que la enviarían en un auto a su alojamiento.
Respiró profundo y se sentó en el restaurante del hotel. El próximo vuelo, en seis horas, sería, además, el que traería a su amado. Maldijo no poder cambiarse y ponerse aquella camisa
leñadora que tanto le gustaba a Andrés.

Siempre llegaba antes para chequear y grabar en su memoria la distancia entre baldosas, la cantidad de picaportes que debía abrir antes de llegar al cuarto, la prolijidad y limpieza de los cubiertos, repasar la cama y ver que no tuviera pliegues. Y tantos secretos más, que ocultaba oportunamente.

Pidió una copa de vino tinto con unas pastas blancas y se sentó cerca del ventanal, o más bien, lejos de las familias con niños, la espontaneidad infantil lo ponía ansioso. La nieve comenzó a caer y en su mente se desplegaban las escenas futuras junto a un hogar en el cuarto con Andrés. Su imaginación volvió al presente inexorablemente, cuando una niña de las que él se había alejado, paso corriendo a su lado, golpeando su codo, justo en el instante en que alzaba su mano con la copa llena de vino tinto. Instintivamente, abrió sus piernas y el líquido oscuro cayó junto a él, salpicándolo todo, también su Jean de 16 onzas. Una gruesa gota de ese vino tinto muy tinto dibujó un círculo irregular, unos centímetros arriba de su rodilla derecha. Con las mejillas rojas de ira, incendiando su cuerpo de enojo y frustración, salió corriendo a su habitación saltando sobre las baldosas sin percatarse de las juntas, abrió el picaporte del comedor hacia el pasillo de los ascensores sin limpiarse las manos. Entró al 602 y dio un grito desgarrador, ahogado entre lágrimas. Una mancha en el pantalón, como aquella del mantel en su infancia, de la que no apartaba la mirada cuando su padre golpeaba a su madre si la comida no era de su agrado. Esa que intentaba con la servilleta húmeda quitar sin éxito. De la misma forma intentó quitar esta otra, la de vino, con una de sus toallitas.

Sabía, conocedor de trucos y conjuros contra las manchas de las prendas y del alma, que difícilmente saliera, y si lo hacían, dejaban un agujero irreparable. Su corazón no latía, era un tambor enfurecido, que lo hacía bailar a un ritmo infernal, el capricho de sus obsesiones. Tembló ante la sola idea de que Andrés viera la mancha antes que a él. Su mente no dejaba de proponerle múltiples escenas en donde ella, la mancha, era la protagonista. La mancha, la mancha, la mancha, no podía pensar en otra cosa.

Las horas pasaban, la nieve caía y se exacerbaban sus compulsiones. Pese a haber intentado quitarla con el quitaesmalte de la joven del 508, del jabón de coco del chico vegano del 323, del bicarbonato con limón que propuso el gerente del hotel, del agua destilada con vinagre y sal que le recomendó la cocinera, la mancha, obstinada y firme, permanecía ahí.

Fregaba, fregaba, pasaba el secador y la plancha que le trajo la mucama y lo único que lograba era que la mancha se arraigase cada vez más al tejido. Hasta que entendió que nunca podría
disimular la mancha ante Andrés, y que por mucho que lo intentase, él se daría cuenta. Ya nunca más lo vería con esa mirada plena de amor y asombro ante su belleza, jamás podría volver a atraerlo con los ojos azules y profundos. Como no pudo disimular sus maneras femeninas frente a su abuelo, y el gesto de desprecio que vino luego. ¿Era la mancha o la vergüenza?

Deseó nunca haber tomado ese vuelo, deseó nunca haber conocido a Andrés, deseó nunca haber nacido.
 
Andrés llego a horario, pagó el taxi, tomó la bolsa con el regalo para Fabián y esbozó una sonrisa cómplice. Al bajar del auto cerró bien su abrigo y observó a la gente que se arremolinaba amontonándose en uno de los jardines del frente del hotel. Desde lejos pudo ver una gran mancha en la nieve y el vidrio roto de una ventana del 6to piso.

LORENA RAVLIC

Lorena Ravlic vive en Ituzaingó. Estudió Artes Visuales y aún hoy sigue en proceso de aprendizaje. Defensora de los derechos humanos y de los animales. Integra el Taller Literario Caminantes a Itaca, de la Biblioteca Popular 9 de julio de Castelar.
Taller Literarrio Camino a Ítaca, Biblioteca Popular 9 de Julio.

Taller Literarrio Camino a Ítaca, Biblioteca Popular 9 de Julio.

Camino a Ítaca es un taller de Escritura Creativa que funciona todos los miércoles en la Biblioteca Popular 9 de Julio. Tiene apenas un año de existencia y reúne a un grupo diverso, múltiple, heterogéneo y productivo. Se escribe mucho en este taller: sugerimos, revisamos, reescribimos y generalmente, somos felices haciéndolo.

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