"Jovenes Viejos; Viejos Jovenes" por Alberto J. Dieguez
Cada uno de los integrantes tenía su “especialidad”. Uno era un historiador, otro hablaba de literatura policial, otro de futbol. Luís, el ingeniero, tenía una particular debilidad por las novedades científicas y tecnológicas y una actitud esperanzadora sobre el devenir humano..
Esta semana se había desarrollado en las Vegas el CES - Consumer Electronic Show, que había sido seguido por Luís con avidez y curiosidad. Minuciosamente fue explicando al grupo, los avances en materia de inteligencia artificial, la tecnología de los parlantes, dispositivo que posibilitaba dar órdenes por medio de la voz, como abrir automáticamente un grifo o prender y apagar un electrodoméstico.
Luis explico que ya no tendrían que cuidar a sus mascotas, porque estaba Laika, el robot que acompaña y cuida a las mascotas; Bee, el drone que sirve para cuidar la seguridad del hogar. Lovot, un robot que integra 50 sensores y es capaz de responder con sonidos a los abrazos y muestras de afecto.
En sus relatos era interpelado siempre por Carlos, que había tomado de la joven licenciada de la obra social, el mote hacia Luis de “delirante”. Susana, había estudiado una de esas profesiones que se encuentran destinadas a personas mediocres, con reducidos intereses intelectuales. Luis siempre decía de ella, que era una persona que había nacido en Viganella, por su opacidad, por su oscurantismo y su rechazo a todo lo nuevo, a las innovaciones y adelantos tecnológicos.
Luis habló de pañales inteligentes, de televisores enrollables que no ocupan lugar; de asistentes de salud que toman la presión, el ritmo cardiaco, analizan el colesterol, con solo tocar una pantalla y envían la información al centro de salud.
Y dijo con severidad: Nuestros problemas están resueltos, gracias a la tecnología. De ahora en mas basta de burocracia, de colas, de esperas, de pérdidas de tiempo.
Terminada la reunión, los amigos se despidieron hasta la semana siguiente. Una lluvia intensa y constante caía en la tarde.
Luis se dirigió por la calle anegada hasta la estación de tren, pero este no andaba por falta de suministro eléctrico. Se volvió para tomar el ómnibus, tratando de salvar los pozos llenos de agua, de la calle rota. Una concentración de vecinos que reclamaba por la proliferación de roedores, obstruía el paso de los vehículos. Luis sonrió y pensó para sus adentros. Todo esto se resolvería con el taxi aéreo, pero antes tendríamos que soterrar todo el cablerío que invade el espacio aéreo.
Mientras caminaba recordó que su idea no era novedosa. Uber implementaría el Bell Nexus, el taxi volador, dentro de cuatro años, producido por la compañía Bell Helicopter.
Luis no se desanimó y siguió su camino. Mientras lo hacía, tarareaba la vieja melodía de Louis Amstrong: It takes two for tango. Algo novedoso se le iba a ocurrir o lo iba a encontrar.
Castelar, 14 de Enero de 2019.
Alberto J. Dieguez
E-Mai: albdieguez11@gmail.com