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Cultura
16 Nov 2019

Cristián García Zárate: "en los trazos se ve al artista"

Por: Gabriel Colonna, Leandro Fernández Vivas.
Lápiz, pasteles y óleos dedicados a los retratos, a los paisajes y a escenas de combate de la Guerra de las Malvinas. Empezó vendiendo escenas de polo y transformó su arte para capturar con sensibilidad el rostro de sus hijas. Una historia de amor, de colores y arte.
El crujir del grafito del lápiz escribiendo el papel es el resultado sonoro de la sucesión de pequeños chasquidos producidos por el roce del mineral contra la celulosa, de la misma manera Cristián García Zárate, trazo a trazo, crea una obra mayor. Desde la primera línea con su lápiz logra el rostro, el movimiento, la forma y la sombra del retrato al que le da vida, inmóvil, sobre el papel. 

Dibujante, pintor, artista plástico, realista, llevó adelante su carrera de abogado pero sin soltar el lápiz de dibujo. Elige el óleo, los pasteles y la frescura que brindan los lápices. Prefiere siempre los retratos, los caballos, los paisajes y las escenas de combate aéreos emanadas de la Guerra de Malvinas.

 

“El realismo tiene frescura y mucho de la expresión del pintor”

 

“Mis obras son realistas”, expresó García Zárate consultado por Castelar Digital, y continuó, “pero no hiperrealistas. El realismo tiene una frescura que no pasa por el hiperrealismo. El realismo tiene frescura y mucho de la expresión del pintor”. Las imágenes creadas por el vecino denotan virtud.

Tanto en el ojo para reconocer las luces y sombras, los efectos y colores en la piel, como la capacidad de trasladar un rostro al papel sin perder las características de la persona. Lo mismo se aprecia en sus imágenes de caballos, en donde hasta se puede sentir la velocidad del animal, y hasta si uno se deja llevar, podrá escuchar el galopar. Para los avioneros, las escenas de combates aeronavales son instantáneas de los relatos de los pilotos que combatieron en Malvinas.

El vínculo del artista con su arte nació en su infancia y por placer. El dibujo era un pasatiempo, era la manera de expresar emociones y hasta una herramienta de conquista: “Tenía problemas con mis compañeros de colegio porque nunca dibujé el monigote, la persona hecha de palotes, dibujaba en doble trazo. Lo hacía naturalmente, con doble trazo y en perspectiva. Hasta que entendí que lo que era espontáneo para mí no lo era para los demás”.
 

Oriundo de los barrios de Villa Crespo y Villa Pueyrredón, en la Ciudad de Buenos Aires, se dedicó profesionalmente al Derecho pero llevó consigo a la facultad sus ganas de dibujar. “Dibujar era una necesidad. El dibujo me permitía expresar mi emoción. Pero un día también empecé pintar por cobrar. Un amigo que es empresario, que siempre tuvo interés en lo mercantil, me propuso pintar escenas de polo. Hice dos y las expuso, una en “El Nochero”, una talabartería del Patio Bullrich, y otra en la talabartería de don Alberto Vanucci en Recoleta. Por esta última pasó el jugador Ernesto Trotz y le encantó. Cuando vio la imagen entró al local porque se vió en el dibujo, porque yo me había basado en la tapa de una revista La Nación pero sin saber que era su foto. Le dieron mi teléfono y me llamó, fui a su oficina y se lo vendí. Después apareció un ex marino que producía y comercializaba pequeños helicópteros y me pidió que se los dibujara. No quería fotos, quería dibujos, le hice uno y le encantó y me pidió más, lo cual se hacía difícil pues debía compartir tiempo de pintar con los exámenes parciales. Era buena guita, se los hacía igual. Entre los de polo y los de helicópteros ya fui pintando por una remuneración”, narró a este medio.


Abogado y dibujante, llevó de la mano sus dos profesiones y el amor lo trajo a Castelar. A mediados de los noventa conoció a quien sería su esposa y se mudó al oeste. Desde el primer dibujo que le hizo, no imaginó la historia de amor que viviría con la habitante del oeste.


Amor, dolor, cocina, lápiz y papel

“Siempre viví en Capital, hasta que conocí a mi esposa y me vine al oeste. Vine a Castelar, primero visitaba a mi novia los fines de semana en su casa paterna, del lado sur. Empezamos en el año 97 cuando aún no estaba habilitado el Acceso Oeste entre Morón y Capital. El viaje en remis hasta Colegiales, donde vivía en ese entonces salía 19 pesos. Había por Castelar un montón de negocios que comprabas todo por $2”, recordó García Zárate.

Ese amor se transformó en familia y el artista con Karina, su esposa, tuvieron dos nenas. La paternidad tenía lugar para el derecho y la pintura, pero un grave problema de salud de su compañera cambió el recorrido del artista de manera radical. “Cuando conocí a mi mujer, ella tenía cáncer de piel y pensaba que no iba a sobrevivir, pero la operaron y se recuperó. Estuvimos cinco años de novios, nos casamos y vinieron las nenas. Cuando las nenas tenían 4 y 6 años se dió cuenta de que había contraído nuevamente la enfermedad pero de manera interna. Me alejé de la pintura, la operaron, sobrevivió seis meses pero tuvo una recaída. Entendí que me iba a quedar solo con las nenas, me fuí preparando y las fuí preparando”, confió el artista. Karina no superó la enfermedad y Cristián afrontó llevar adelante su familia solo. Cambió los lápices y óleos por las tareas escolares, por la atención de la casa, la comida y sus hijas. “Yo era un tipo que sólo sabía hacer huevo frito y asados. Aprendí a cocinar y me sale bien. Estoy gordito y mis hijas bien alimentadas, así que no me debe salir mal”.

Aquella distancia de los lienzos y el papel se mantuvo por varios años. Ahora, con sus hijas en otra edad y la vida familiar normalizada, García Zárate vuelve a la pintura y el dibujo, vuelve a apostar por los retratos, los caballos y los aviones.

Afianzado en Castelar y en familia, comenzó a estudiar dibujo y para eso consultó a Luis Villarroel: “Cuando tomé clases con Villarroel primero lo llamé por teléfono porque necesitaba un maestro de pintura, para aprender técnicas, no tanto lo teórico. Me pidió que lleve material; llevé varios de mis trabajos, y un auto retrato. Después de un año me dijo ‘no te voy a hacer perder tiempo ni dinero, lo que necesitás nadie te lo va a enseñar, vas a descubrirlo solo y, así, vas a aprender a superarte. Sos uno de mis mejores alumnos, cuando veo tus retratos veo las técnicas que les enseño a mis alumnos y que varios de ellos no logran adquirir… y vos ya lo tenés incorporado. Me di cuenta que ibas a ser de mis mejores alumnos cuando trajiste aquel auto retrato, estaba bien, habías capturado la imagen que yo estaba viendo en persona’. Desde ese momento me trató de igual a igual”.
 

“el dibujo es el reino de la línea, la pintura es el imperio de la mancha”

 

El arte en lápiz de Cristián García Zarate muestra la virtud en el trazo, línea a línea, generando la obra. Aunque asegura que disfruta aún más el oleo y los pasteles, en ese orden, pero recurre también al lápiz por su frescura y rapidez. “Villarroel me decía ‘el dibujo es el reino de la línea, la pintura es el imperio de la mancha’. ¡Tenía razón! Cambié mi manera de dibujar. Yo pintaba con el lápiz, ahora para sombrear no pongo el lápiz chato, siempre con líneas y si hay que hacerlo más oscuro vuelvo a pasar tantas veces como sea necesario hasta que de tanto pasar el trazos se haga una sombra más oscura. Además así se ven los trazos, se ve al artista, se ve al morocho que pinta, que nunca es igual”.
 

“veo la hoja en blanco como algo incompleto que hay que preñar, hay que generar vida”

 

La obra de García Zárate está colmada de ejemplos de virtud. Desde aviones de combate de la Armada Argentina atacando buques ingleses, hasta el retrato de bebés con el brillo y la simpatía de los más chiquitos del barrio pero representado solo en lápiz. Su estilo obliga a recordar también al vecino Daron Mastropiero que con una técnica similar realiza retratos pero utilizando sólo lapiceras. García Zárate busca seguir dibujando, seguir creando y llevando su arte a los hogares de cada vecino de Castelar: “Cuando tenía el cartón pelado, la tela en blanco, cuando tenía que pintar algo que me gustara, una escena malvinera, la imagen de una bella mujer, el retrato de mis hijas, yo veía lo blanco como algo incompleto que había que preñar, había que generar vida en eso, ahí me iba toda mi sensibilidad, el arte es una expresión de vida. Un medio de vida también, un cable a tierra. Cuando uno no es artista ve los cuadros del artista como una reproducción de la realidad, los brillos son manchas, las sombras son partes oscuras. A mí me pasa al revés, miro la realidad como posibles cuadros tridimensionales. Primero lo miro en gama de grises, para ver las sombras y las luces y después lo veo en colores para ver la profundidad, el volumen”, finalizó el vecino.

Aquellos lectores que quieran adquirir alguna de sus obras o ser retratados por Cristián pueden contactarse con él a cgarciazarate62@gmail.com o via facebook @nicartist

Entrevista y fotos: Gabriel E. Colonna
Redacción: Leandro Fernandez Vivas

Gabriel Colonna

Gabriel Colonna

Fotógrafo

Fotógrafo. Programador Web. Emprendedor.
Fundador y Director Ejecutivo de Castelar Digital.
Socio Fundador de GAMA Taller de Imagen.
Socio Fundador de Ocho Ojos.

Leandro Fernández Vivas

Leandro Fernández Vivas

Periodista

Técnico Universitario en Periodismo.
Director Periodístico en Castelar Digital.
Socio Fundador de Ocho Ojos.

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