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Sociedad
6 Abr 2019

Recorrieron medio planeta y quieren llegar a los 100 países

Nicolás y Laura se conocieron hablando sobre posibles viajes, se enamoraron y se subieron a la aventura de sus vidas. Partieron desde Buenos Aires y llegaron a Japón recorriendo ífrica, Oriente, el sudeste Asiático y parte de Asia. Su sueño es completar todos los continentes. ". La mayoría de las fronteras son mentales, son construcciones que no condicen con la realidad", explicaron a Castelar Digital.
Nico y Lau no están, o están donde quieren estar, donde no se los encuentra fácilmente, donde la sorpresa acompaña durante el viaje y no es el viaje en sí mismo. Nico y Lau están de viaje, lo que para cualquier otra pareja puede ser ocasional, vacacional o excepcional, en su vida es el continuo. Con más de 60 países visitados alrededor de todo el globo se dedican a cumplir el sueño de miles y el propio: viajar por el mundo.

Cansados de la rutina, de horarios de oficina, de vivir apurados cada día, emprendieron un viaje interior hace más de tres años que se transformó en una aventura con un escenario particular, el mundo entero. La primera prueba fue Colonia, en Uruguay. La última fue un extenso viaje por más de 150 ciudades saltando de continente en continente. Toda su travesía se puede seguir por las redes y su blog personal, en el que cuentan cada aventura y enseñan a ser viajeros tiempo completo, a cómo sustentarse en viaje, a cómo asombrarse con cada paisaje y cómo cumplir con el lema ‘Vivir cada día como si fuera el último’.                   
En su portal "Vida de Viajes" reflejan el esfuerzo, la dedicación y las ganas empleadas para vivir de viaje, aunque no sean necesariamente vacaciones. Sin necesidad de caer en un all inclusive, su derrotero incluye obligatoriamente adrenalina, la belleza de cada lugar, la nueva cultura de cada rincón hasta ese momento desconocido y las ansias de recorrer destinos tan ajenos, o no tanto, a Castelar como Myanmar, India o Hong Kong.

El último viaje comenzó en febrero de 2018 con primera escala en Barcelona, España, para luego recorrer el norte de África, las costas del Mediterráneo, Oriente Medio y el sudeste asiático. Pero todo comenzó en las redes sociales: “Nos conocimos por medio de un grupo de Facebook, de viajes. Intercambiando ideas, pegamos buena onda y al mes ya estábamos viajando juntos. Pequeños viajes, pero al toque. Nos unió lo de los viajes”, explicó Nicolás Ierino sobre cómo conoció a Laura Cristiano.

“Estábamos cansados de la rutina, no nos bastaba la filosofía de tomarse dos o tres o cuatro semanas al año de vacaciones, nunca íbamos a llegar a recorrer el mundo. Ninguno de los dos quiere trabajar en una multinacional o estar todas las semanas trabajando para escapar un par de semanas al año”, explicó Nicolás sobre la motivación que los disparó al mundo, y completó “Lo que realmente queríamos hacer era viajar. Yo estaba ya en Europa y Lau estaba acá. Hablábamos por teléfono, nos contábamos nuestro día, en lo que ella hacía en un día yo hacía allá muchísimas cosas, ella no hacía nada porque era la vida común. Ahí se dio cuenta: cuando uno viaja hace un millón de cosas y acá no hace. Yo había hecho un millón de cosas y ella de la oficina, había ido a cenar con una amiga. Yo estaba en Praga, en una iglesia, un castillo y un monte. Entonces lo decidimos y lo llevamos a la práctica”.

Merzouga en Marruecos, Pamukkale en Turquia, Asuán en Egipto, Jaipur en India, Ipoh en Malasia, Yogjakarta en Indonesia o Nara en Japón, poco se parecen a Buenos Aires, lejos están sus mayores costumbres de parecerse a las rioplatenses, empero, hay lugares aún más distintos que otros, o que por distancia, falta de una industria turística desarrollada, o falta de suerte, se tiene menos información. La sorpresa entonces es aún mayor en aquellos destinos donde no hay expectativas: “El lugar que más nos sorprendió fue Myanmar, antes era Birmania, está entre India y Tailandia. Es un lugar muy pobre pero nos enamoró la calidez de la gente. Las sonrisas, se sorprenden al ver turistas. Viven casi siempre descalzos, porque todos los lugares son sagrados, en las casas también entonces de un lado a otro andás siempre en patas. Es gente buena, genuinamente buena, no como en otros lados que son buenos con el turista porque quieren sacarle plata. Acá son buenos de verdad, querían ayudar y se sienten muy contentos de que el turista disfrute su país. En Myanmar son extremadamente religiosos, no tienen para comer pero tienen un templo cada 200 metros y a todo trapo. Es gente muy buena, increíble. Los hombres usan pollera, es bastante llamativo. El templo de Bagan es hermoso y a la mañana salen los globos aerostáticos. Construyeron miles de templos en un espacio muy chiquito. Para cada familia era importante tener un templo familiar, demostraba que eran buenos ciudadanos. La mayoría de la gente tenía templos más grandes que su casa. Y si eras el ministro de algo tenias un súper templo. Al día de hoy tenés miles y miles de templos por todo el lugar, fue uno de los lugares que más nos gustó visitar”.

Hay otros destinos con más renombre o al menos más conocidos en su historia y figuras públicas que no obstante son muy diferentes a la Argentina a la hora de recorrerlos: “India es un país difícil, muy caótico, muy desorganizado, suciedad, mucho ruido, animales por todos lados. Nos habíamos preparado muchísimo, lo habíamos estudiado, investigado, sabíamos lo que íbamos a ver, sabíamos cómo prepararnos y aun así fue muy difícil. La comida, la higiene, es un país que te abruma. A la mayoría de los viajeros les pasa, es adaptarse, muchos lo terminan odiando. Lo padecimos bastante, pero al irnos nos dimos cuenta que es un país que tiene mucho para ofrecer, pero no es para cualquiera”, señaló Nicolás.

Gran parte de este interminable viaje lo pudieron concretar gracias a que fueron trabajando en muchos de los destinos que visitaban. Otra forma de ingreso fueron las redes sociales, se transformaron en ‘Influencers’ en Instagram y otras redes y eso le permitió solventar algunos gastos. Otras alternativas fueron hospedarse en lugares prestados o por medio de intercambios, también pre pactados en las redes o por medio de plataformas como Airbnb en donde se pueden reservar habitaciones en el corazón de una familia. El ahorro en equipaje, no más que una mochila personal de 45 litros, también se aplicó a los gastos: “La forma en que viajamos nos encanta pero es sacrificado el ahorrar. No tomarse un taxi, aunque querés tomarte uno porque estas cansado de llevar la mochila en la espalda. O terminas cansado de dormir en los buses a la noche, dormís mal, dormís incomodo, te despertás con la espalda rota. Lo peor fue cuando me fracturé el tobillo en Egipto, también nos robaron en Laos y nos intoxicamos con comida en India, fue lo peor que pasamos”.

A pesar de haber sido víctimas de la inseguridad a miles de kilómetros de sus hogares, aseguran que el mundo es un lugar tranquilo y pacífico: “Nunca tuvimos miedo, ni en los países que uno piensa que es peligroso. Hicimos todo por nuestra cuenta, sin tour, sin nada. En El Cairo recorríamos callecitas oscuras de madrugada y nunca nos pasó nada. La mayoría de los países son muy seguros y la gente es buena, hay que andar tranquilo”.

Recorrieron en total hasta la fecha 64 países, habiendo sumado 33 en la media vuelta al mundo de 2018. Por delante queda un viaje ya planificado por África para alcanzar los 100 países, y seguir sumando. La aventura de sus vidas los llevó a ser entrevistados en distintos idiomas, formatos y medios y a alentar desde su blog a muchos otros viajeros que recién empiezan o a quienes están transitando las rutas del mundo.

Ese globo celeste colmado de países, pueblos e historias, tiene sus diferencias. La cultura se manifiesta de muchas maneras y una es la cocina, lejos de la carne argentina, los destinos turísticos o no los llevaron a poner a prueba el paladar, la nostalgia y el recuerdo de los seres queridos: “Lo que más extrañábamos era a la familia y los amigos, era lo que más nos faltaba. La carne de vaca también! No comimos casi nunca, pasamos meses sin carne. Quesos también, hasta que llegamos a Europa. Los vinos eran muy caros y de muy mala calidad. Principalmente extrañamos la comida y los afectos”, señaló el vecino viajero. En contraposición debieron arriesgarse a comer platos típicos de otras regiones que no son elementos de cocina por estos lares: “En el norte de Tailandia comimos bichos, pero no los que venden para turistas. Nos metimos en un lugar genuinamente tailandés: comimos grillos, orugas, cucarachas… y lo comimos porque era un plato y estaba bueno. Y no nos dio tanto asco. En Marruecos comimos paloma, nos dijeron que era pollo, pero era claramente paloma”.

Las diferencias culturales a veces tienen la misma raíz. En Filipinas se toparon con los resabios dejados por la corona española que allí, así como en América, gobernó como imperio sobre colonias: “Nos sorprendió que en Filipinas hay palabras iguales: los días de la semana se llaman igual que en castellano, o los números. Tienen su idioma pero tienen esas palabras: los cubiertos, cuchara, tenedor, cuchillo. Tienen la particularidad de que al comer no usan cuchillo. Porque los españoles en la época de la colonia no les permitían tener cuchillos para que no se revolucionen. Eran pocos los españoles que dominaban y muchísimos filipinos entonces les prohibieron los cuchillos, se acostumbraron a usar cuchara para cortar y al día de hoy no usan cuchillo”, señaló.

Otros viajeros vecinos han dedicado también días, meses y kilómetros a andar, tal es el caso de Rulo rodante que unió Castelar con Cuzco en Perú en bicicleta, o Fio Silva que llevó su arte a los murales de Holanda, Serbia y Ecuador entre otros destinos. El objetivo es viajar, escaparse de los pocos días que un trabajo tradicional reserva para distenderse y conocer el mundo. Aquello que es excepcional puede transformarse en habitual: “Viajar nos enseñó que se puede, si te lo propones lo podes hacer, hay muchísimas formas de financiarlo, de planearlo, se puede. Aprendimos que se necesita muy poco para vivir, se puede vivir con muy pocas cosas materiales y muy relajados. La mayoría de las fronteras son mentales, son construcciones que no condicen con la realidad, no deberían limitarnos al viajar. También descubrimos que la gente es buena. Lo mejor fue haber podido cumplir nuestro sueño de viajar por un año, conocer tantos países, tantos lugares pendientes. Hacerlo en si fue lo mejor, sentir todos los días que éramos unos privilegiados por estar haciendo lo que queríamos hacer. Mucha gente lo sueña y no lo hace. Darnos cuenta, mientras lo estábamos haciendo, de que era algo increíble y había que disfrutarlo”, finalizó el viajero.

Entrevista: Gabriel E. Colonna
Redacción: Leandro Fernandez Vivas

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