"Desde los adentros de esa habitación engañosa" por Ignacio Trejo
Desde los adentros de esa habitación engañosa, sale el ser más oscuro… puedo verlo tambaleando en las penumbras, tanteando la pared… Doy fe de lo que se dice de él, de que los mismos fantasmas temen morir nuevamente, si se acercan a su aura enrarecida. Si hasta la serpiente más venenosa se inclinó frente a su sobriedad… No son los valientes lo que osan enfrentarlo, son los inconscientes… pobres tontos.
-Shssss… puedo verlo, está casi frente a mí… Sus garras son desprolijas, de un amarillo opaco, su piel manchada, curtida y hasta callosa. Le salen dos pelos largos, duros como el mármol de la garra mayor, y la más chica se monta en la de al lado dando la impresión de estar soldadas.
-Ahora no llego a verlo, pero está cerca, siento su olor fétido. Es que está cubierto de hongos malolientes. Hasta los zorrinos huyen despavoridos al sentir sus hedores profundos.
-No llego a verlo… ¿Vos lo ves, Bochini?
-¿Al gordo? Negativo. Creo que se cansó y se fue… Así que estate tranquilo, Pata de oso.
-Fue una gran idea escondernos detrás de la cortina, señores. Ahora te pregunto a vos Goma, ¿no es tu deber protegerlo de los hongos?
-Sí, pero escuchá, Pata de oso, él me usa por todo el vestuario, menos cuando entra a ducharse, es un banana…
-Y ahora tiene una baranda a queso roquefort. Me da ataque de asma de solo recordarlo.
-Bochini, tenés razón ¿Y por eso te escondés?
-Mirá, Pata de oso, seguro que hoy hay partido y el teletubi este, se pone la camiseta del Barcelona, el corto, las medias, todo el equipo; y en la cancha tiene menos gambeta que un adoquín. Después se toma un anaflex, el cara dura. Si el único músculo que mueve es la lengua... ¡Gordo chanta!
-¡Guarda, ahí pasa por el pasillo! Bueno, zafamos, siguió de largo… Yo no entiendo qué le vio la institutriz a este gordo pelado…
-¿Institutriz, te referís a su mujer, Pata de oso?
-Sí, Goma, le digo institutriz porque siempre lo trata de educar: “Gordi, tirá las medias sucias en el canasto, andá a lavarte los dientes, cerrá los cajones cuando saques algo”.
Pero así es el amor, si las cosas que yo hice por la sandalia plana no tienen nombre.
¿Y vos por qué te escondes, Le coq sport? Un nombre más complicado no había, mejor te digo Gallito.
-Soy Le coq sportif, pero no me molesta Gallito. La razón es simple, siempre que salimos a la tarde a correr con su suegro, es como si tuviera un imán para el popó de los perros. Y le dice al suegro con su cara de nada: “¡Uy!, otra vez. Bueno, es suerte”. ¡Suerte, suerte que estoy yo cubriéndote, gordo pedorro!
Qué injusta ruleta del destino hemos tenido, compañeros.
-Es feo, despreciable. La desgracia y él están cortados por la misma tijera. Es lo desagradable en recipiente, la vulgaridad en cápsula, es como beberse un vaso de mocos… Es nuestro óbice…
-¿Qué es óbice, Pata de oso?
-No… no, ni idea, Goma. Lo dijo hoy la institutriz y me gustó esa palabra.
De pronto, se escucha una voz en lo alto: “Amor, ¿no viste mis botines?” Y otra voz que le responde: “Tendrían que estar en el mueble”. La segunda voz se acerca: “Pero sabiendo lo despelotado que sos, nene, seguro están tirados por ahí.
-¡O no, es la institutriz! Seguro que nos encuentra, Pata de oso.
-¡Callate, Zapato de gamuza azul! No decís nada en todo el rato y ahora infundís el miedo con tus gritos de loca.
En ese instante, la cortina se abre dejando ver a una linda mujer que toma el botín de la lengüeta diciendo: ¡“Vez, gordo, acá estan”!
-¡Nooooo! Al final siempre me cachan, Pata de oso…
-¡Bochiniiii! Tranquilo, es hora del plan B: desatate los cordones cuando el gordo trate de correr. Nosotros rezaremos por ti y porque en la caída, el gordo se rompa una pierna…
Ignacio Trejo es integrante del Taller literario de Marianela.